Al aproximarse el martes 8 de julio, fecha en que Edgar Morin Nahoum cumplirá 104 años de vida y obra monumental, no podemos sino detenernos ante la magnitud de su existencia como un crisol donde confluyen la lucidez intelectual, el coraje ético y un inquebrantable amor por la vida, la solidaridad y el sentir complejo. Su biografía no es un simple relato de longevidad; es la confirmación de que el pensamiento puede renovarse y expandirse más allá de las vueltas al sol.
Morin ha demostrado que el pensamiento complejo no es una teoría estática, sino un ejercicio diario de apertura, de conexión, de religación y de exploración incesante. Mientras muchos se repliegan en certezas, él continúa desafiando la fragmentación que predomina en los discursos contemporáneos, mostrándonos que comprender el mundo implica reconocer sus entrelazamientos.
Cada obra que nos lega es un recordatorio de que la ciencia de la complejidad no se restringe a los laboratorios o a las academias, sino que se respira en la vida cotidiana cada vez más, en la política, en la cultura, en las emociones individuales pero también en las colectivas. Su capacidad de entretejer saberes y conocimientos reconstituye una invitación continua a cultivar la inteligencia sensible, esa que no teme nombrar la incertidumbre como tal, pero tampoco a afrontarla.
La Universidad Multiversidad Mundo Real Edgar Morin desde su concepción hace más de 20 años, nació precisamente como un espacio que honra y amplifica diariamente y sin pausa alguna su visión. Aquí, generaciones de pensadores, educadores y estudiantes encuentran un territorio fértil para reimaginar la educación desde la transdisciplinariedad, la ética planetaria y la conciencia de interdependencia.
Con 104 años, Morin sostiene que el declive biológico no debe confundirse con la disminución espiritual. Por el contrario, la madurez puede convertirse en un terreno fecundo para la creación y la rebeldía. Su increíble vitalidad intelectual desarma los estereotipos que reducen la vejez a la nostalgia o la pasividad.
La fuerza de su pensamiento radica también en su sensibilidad para reconocer la dimensión afectiva del conocimiento. Para Morin, amar es conocer; es entrar en el otro sin el afán de conquistarlo, sino con la voluntad de comprenderlo. Esta ética del encuentro es también un eje de su compromiso inquebrantable con la humanidad.
En un planeta saturado de simplificaciones, la obra de Morin es un refugio que nos devuelve la complejidad como horizonte indispensable. Su análisis de las crisis democráticas y ecológicas no se limita a denunciar síntomas: busca iluminar los procesos, los vínculos ocultos, las contradicciones que configuran nuestra época.
Sus palabras sobre el amor, la muerte y la condición humana han inspirado a millones de lectores que encuentran en su mirada una esperanza lúcida. No se trata de optimismo ingenuo, sino de la conciencia de que la vida está hecha de incertidumbre y sorpresa, y que en ese misterio reside su riqueza.
A lo largo de más de un siglo, Morin ha sido testigo y protagonista de transformaciones históricas. Sin embargo, su obra no es el testamento de un erudito retirado, sino el mapa de un explorador que se niega a abdicar del asombro. Su perseverancia es un acto que interpela a cada uno de nosotros.
La UMEM es hoy un pequeño símbolo pero significativo de este legado vivo de su pensamiento. Desde sus aulas físicas y virtuales, y presencia en toda Iberoamérica se multiplican las voces que, inspiradas por Morin y por el legado compartido con el Ing. Rubén Armando Reynaga Valdez, rector fundador de la Multiversidad desde 2002, buscan reconstruir los puentes entre las personas, las disciplinas, lenguajes y culturas. En cada acción educativa late la convicción profunda de que el conocimiento es inseparable de la sensibilidad, la solidaridad y la ética.
Celebrar sus 104 años es reconocer que su itinerario intelectual no pertenece sólo al pasado, sino que sigue abriendo caminos presentes hacia futuros insospechados. Sus reflexiones sobre la metamorfosis social, la política del vivir y la ecología de la acción continúan siendo herramientas imprescindibles para navegar las tormentas de nuestro tiempo.
Hoy, más que nunca, necesitamos la lucidez compasiva en Edgar Morin: esa forma de mirar el mundo con rigor, pero también con ternura. Que este aniversario sea pues una invitación a seguir repensando y sintiendo con profundidad, a asumir la complejidad como nuestra condición humana, y a sostener la esperanza de que, mientras el pensamiento permanezca abierto, ningún futuro está clausurado.