Luis Carlos Torres Soler
Hay que reconocer que las crisis conducen a cambiar diferentes quehaceres, como también la forma de pensar, de aprender, de trabajar, quizá porque los procesos, aspectos y características que se ocultan en ellas generan distintas dinámicas que conducen a cambios y transformaciones, tanto en la persona como en la sociedad.
Los cambios en diferentes ámbitos, tanto económicos como sociales, laborales, productivos y educacionales, entre otros, obligan a la vez a que emerjan diferentes iniciativas, en particular regeneración de la educación, la producción, la política, y que redundan, de cierta forma, en la vida, la sociedad y el pensamiento.
Los caminos en la educación exigen pensar qué es favorable para empezar a recorrer otros caminos que transformen el pensamiento y así suplir respuestas de la mejor manera a las demandas de la nueva sociedad; una sociedad que cada día es más compleja, donde se vislumbran escenarios en que la niñez y la juventud no encuentran eco a sus necesidades, donde muchos reclaman por sus derechos sin determinar cuáles son sus deberes; por tanto, los cambios deben dirigirse a estructurar una sociedad con condición humana integral, que prospecte motivación para la vida, la ecología y la convivencia.
Al realizar un análisis, la educación debe ser la base para construir caminos con responsabilidad y ética que permitan a todas las personas abordar las crisis, establecer una condición humana integral, y pensar en la imperiosa necesidad de proteger la naturaleza para que la vida tenga menos impactos ante un ambiente que agobia el organismo.
Los sujetos y las sociedades en sus múltiples manifestaciones, a través de las diferentes dimensiones deben propender en sus organizaciones por opciones orientadoras de nuevas prácticas educativas para una formación que desarrolle un pensamiento abierto y flexible para la comprensión de la complejidad y las incertidumbres, como también las retroacciones e interrelaciones en las diversas situaciones; además, dirija mediante una lógica apropiada la integralidad de los derechos, de las responsabilidades y deberes con cada una de las personas, y en la naturaleza que es el eje de la vida, para construir contextos de convivencia y solidaridad universal.
Se oye y quizá se percibe, que la vida se acorta en tiempo y materia, que las experiencias contadas por los abuelos ya no existen en el mundo actual, cada día se determina que el sentido de lo que es “ser humano” se deteriora, la espiritualidad se dirige a procesos consumistas, la interculturalidad pierde su identidad, y, por tanto, lo que era y debía ser, no es, quizá solo es un espejismo, que algunos viven, lloran y lamentan; así, en otras palabras, son otros los escenarios que exigen adaptación oportuna, pero “esto”, por determinar algo, exige que se cambie, a ser otros, donde el mundo o la misma sociedad sumerge a las personas, que si no tienen capacidades, no podrán emerger.
En todo el mundo surgen protestas, claro reflejo de insatisfacción por las políticas y el desarrollo que se plantea en los gobiernos, por el incumplimiento de demandas, por la falta de empleo, y por la alta corrupción, pues la clase dirigente solo busca la destrucción del pobre, buscando que sobreviva el más rico, el político, lejos de la teoría de la evolución en que debe sobrevivir el más fuerte.
Pero también es cierto que no se construyen cimientos ante tanta indiferencia a los problemas sociales, que se centran en las desigualdades sociales, ambientales, culturales y oportunidades laborales para el desarrollo personal.
Día a día surgen emergencias en la sociedad: soberbia, hipocresía, maltrato, conflictos, enfermedades, pobreza, y muchas otras, que no es efecto directo por el calentamiento global y la globalización de la economía, pero que sí afecta. Tal vez, hace unos cien años atrás no tenían un alto nivel; pero con el avance tecnológico y científico no se mira de cerca el ser humano, se es poco consciente, aunque se busca total convivencia.
¿Por qué tantas injusticias, por qué el terrorismo, por qué cada día es mayor el narcotráfico? Y, desde luego, muchas otras preguntas, por ejemplo, ¿por qué prosperan los cánceres?, ¿por qué se generan nuevos virus?, ¿por qué las familias son más disfuncionales? y, ¿por qué no existe una adecuada justicia para asesinos, violadores, delincuentes y los estafadores de cuello blanco?
No hay duda de que la dualidad sigue reinando bien/mal, blanco/negro, verdad/falso, orden/desorden; sin embargo, la complejidad y las diversas emergencias determinan que entre cada uno de esos extremos existen distintos valores y, se puede afirmar que existe mayor incertidumbre que certidumbre, porque ese mundo que se desconoce construye y deconstruye.
Varios puntos inducen a reflexionar; pero viendo como distintos organismos internacionales buscan que el ser humano “no piense, no reflexione, no critique”, que viva de ilusiones en un mundo consumista, que se involucre en un esnobismo que elabora, entonces, quizá es necesario transformar los procesos educativos.
Pues tal vez de manera inconsciente los distintos grupos ideológicos y las iglesias pretenden dominar el pensamiento, por ejemplo, lo dictado por el Banco Mundial: ‘que se desarrolle un modelo educativo basado en “competencias”’, sin mirar acá que se trata de algo económico, que más bien lleva a mayor “desigualdad”, error que se comete en la educación pues se estructura algo rígido que no desarrolla capacidades básicas del ser humano.
Son simples ideas que surgen de una mirada no sesgada de la realidad que se vive y, sobre todo, pensando que el mundo se transforma en una dinámica incontrolable en diferentes dimensiones y, por tanto, la educación, además de ser integral, sobre todo, debe proyectarse a desarrollar un pensamiento que no sea disyuntivo, que permita comprender las complejidades que están presentes tanto en el ser humano, la sociedad y el mundo.