Jenny Villacorta Guzmán
Rosmery Villacorta Guzmán
J. Richar Villacorta Guzmán
Desde la perspectiva de América Latina se considera importante incluir a Paulo Freire y Hugo Assmann como aquellos que de manera directa o mimética trabajaron la propuesta de la complejidad, para ello es necesario realizar el salto del pensamiento o propuesta marxista a través de la dialéctica, la cual marcó la esencia de las distintas propuestas de la liberación, pero que en nuestros autores se encuentra con dos palabras claves: la dialógica en Freire y el “re-encantar la Educación” con Assmann.
Dicha aproximación nos permite una actitud dialógica con la propuesta del pensamiento complejo, el cual no es ajeno a los pueblos del área andina, mucho más cuando nos acercamos a palabras como “pacha”.
Acercarnos con un color de lentes dinámicos y dinamizantes, nos permite aproximarnos a estos pensadores brasileños desde una lectura crítica y reflexiva de Morín, pues si bien los dos antes mencionados no llegaron a los cien años su postura es parte del maravilloso entretejido cotidiano, donde la actitud dialógica no deviene de las grandes aulas del saber, sino de lo cotidiano de nuestros pueblos.
En dicha aproximación con “color de lentes” morinianos, se puede percibir que la caída de los trascendentales, el fin de los universales falsamente universalizados, que tienden a levantarse como aves Fenix, son un aporte “concienciador” desde la tensión “sapiens demens” del egoísmo humano que permite superar la mera visión del “buen salvaje”.
Un acercamiento desde lo cotidiano a un hombre que llega a los cien años, precisa de una mirada cautelosa y de respeto para poder “deconstruir” procesos de acercamiento a una forma diferente entretejida y entretenida de leer la historia.
Como educadores desde lo cotidiano, de esos que aprendieron con el Prontuario Escolar a saltar, a jugar entre caídas y levantadas de la linealidad del conocimiento, realizar una aproximación desde la propuesta diferente como la plantea Morin, necesariamente implica un hacer camino, lo cual es diferente a que “nos hagan camino”.
Estamos en un ejercicio parecido al que hicieron en un libro Leonardo y Clodovis Boff, con la “colilla de cigarro que dejo papá”, así queremos entender la historia que dejo mamá y muchas mamás de América Latina, pero apoyados desde nuestros autores y particularmente con el proceso de la evolución – involución- implosión del conocimiento humano.
Es desde dicha postura que nos sentamos en medio de las comidas, bajo un árbol de pera, viendo nuestra pequeña huerta la maravilla de la ruptura cartesiana, no para decir que estaba mal Descartes o Marx o las de otros gurúes del conocimiento, sino para seguir de la mano de Morin en una reflexión ético-política de los procesos de educación y formación.
La presencia de la pedagogía de la pregunta, los procesos reflexivos de los quinientos años y ante todo la necesidad de nuevos derroteros, hace que como hermanos leamos al momento actual de manera atenta y dinámica, entre espacios de esperanza y soledad, lo cual permite una posibilidad hologramática, donde los procesos de caos y orden lleva a otra forma de reflexión de la visión de sociedad.
Es ahí donde entendemos la importancia de nuestros demonios (Mis demonios, para Morin), desde una posibilidad de superar el método como camisa de fuerza, sabiendo que el conocimiento del conocimiento, no es una simple repetición memorística, sino que implica una ciencia con conciencia, que desde una palabra generadora (Freire) permita acercarnos a “una economía donde quepan todos” Assmann), en el ideal de una “educación donde quepan muchas educaciones” (Villacorta), será desde dicha instancia, que los saberes necesarios pasan por los enunciados por Morin, pero que también deben ser asumidos en medio de la bruma y la mimesis emergente de los procesos amplios y complejos.
Gracias a Edgar y a tanta gente que no habla de Morin, pero desde lo cotidiano vive la gratuidad del entretejido cotidiano, como aquel que se mete en medio de las aguas para vencerse a si mismo, a las niñas que buscan mejorar y dar rítmica a sus movimientos, son ellos parte del entretejido desde el cual entendemos que la relación educación-sociedad-especie está dada en la actitud autopiética de quienes respetan al término “pacha” no como fórmula, sino como respeto de lo dinámico de la Vida.